Hay una práctica frecuente que es presentar las nuevas ideas pedagógicas en formato bi-polar, como contraposición a la enseñanza “tradicional”. Lo tradicional como anti-moderno, y lo moderno como lo correcto. La tradición como valor negativo.
Cuando se presentan algunas nuevas ideas pedagógicas, se parte de una descripción en la que se asocian todos los defectos del sistema de enseñanza a la forma “tradicional”. En un primer momento suele ser eficaz, presentar una nueva propuesta como “antípoda de lo malo”. Algunas nuevas corrientes de trabajo en el aula plantean la crítica a la enseñanza tradicional describiendo los siguientes aspectos. A saber:
- Los alumnos están en silencio mientras el profesor habla
- Sólo se les pide que en los exámenes repitan de memoria lo que el profesor dijo
- No hay espacio para la creatividad
- Los contenidos no están contextualizados, o son carentes de sentido
- El abordaje de los contenidos es por compartimentos estancos, sin interdisciplina.
Y por tanto, a partir de este tipo de premisas, se concluye que: la división por asignaturas es inconveniente, o la evaluación escrita individual es inapropiada, o que no debe hacerse énfasis en los contenidos, sino en las aptitudes, procedimientos o competencias.
Urge decir que en este tipo de críticas a la enseñanza tradicional, se está describiendo una MALA CLASE. Cualquier profesor profesional sabe de la importancia del aprendizaje activo, de generar actividades con su contenido específico, que impliquen creatividad, visiones múltiples, conexión con otros campos del conocimiento. Las clases de los docentes profesionales NO SON como las describen aquellos que pretenden “revolucionar el aula” con ideas abducidas, a veces sin ninguna investigación sistemática que las respalde. Describir todo un sistema a partir de las malas prácticas es engañoso.
Los seres humanos somos nosotros y nuestro entorno, nuestra historia. Plantear que todo lo que “hacíamos antes” tiene consecuencias negativas, clamar por la necesidad de “borrón y cuenta nueva” no es propio de los grupos de personas que logran mejorar. Este clamor podría ser parte de un grito impulsivo, pero no una conducta pensada en frío. Cuando construimos evolucionando colectivamente, lo hacemos reconociendo errores, pero también rescatando lo que hacemos bien. Y dentro de ese adjetivo, “tradicional”, tan vapuleado, hay muchas buenas prácticas de enseñanza para usar como espejo, y desde donde construir.
Entonces, ¿cuáles son las bases para mejorar? Una, el rescate (y divulgación) de las buenas prácticas, que empíricamente han sido exitosas. Hay muchas más de las que se piensa, inclusive generadas acá, en Uruguay. El segundo aspecto, es leer sobre las investigaciones sobre la enseñanza. En Física, debemos leer, por ejemplo, lo proveniente de Physics Education Research, además de conocer el trabajo de los grupos de investigación nacionales y regionales. Investigaciones que tengan su contraste realizado en prácticas de aula, y no aquellas que, disfrazadas de artículo publicable, son sólo “propuestas” de cambio.